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Jesús Pérez Rubio opina: «Trapío»

 

Trapío.

 

Faltan unos minutos para las ocho.

En vez de en el Bosque, esta hora me pilla en la Plaza de La Cañada. El cortadito que no me falte…. Entro en el bar, la tele está encendida y veo los colorines de San Fermín, rojos, blancos… gente calentando, estirando ante el inminente encierro… ¡ A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón….. ¡ cantan. Tres veces, antes del chupinazo. Este Año aun no lo había visto… tengo unos minutos, miro…. Los corredores con sus periódicos en la mano piden la bendición del Santo

. Un Señor enciende el cohete y PUM, se abre el toril y salen….. Son un grupo asustado, nervioso… toros mansos  y bravos mezclados, tocándose… ¿A dónde nos llevan? Se preguntan. Les hacen correr, tienen gente. Mucha gente delante, a los lados… les gritan. Ellos se apelotonan con miedo , corren procurando no perder el contacto entre todos…

Hace dos días lo hacían en la dehesa y hoy corren por un callejón del que no ven el fondo, pues docenas de personas se interponen frente a ellos… gritos y gritos.. Trapío se separa, busca a sus compañeros nervioso, ¿dónde están? Se pregunta. La masa le empuja, le incita enfervorizada y él sigue corriendo. Hoy no huele al prado húmedo y hierbas, hoy huele a sudor, a humanos… y el callejón se hace aún más estrecho . Aquí el gentío tropieza y se amontona en el suelo, él pasa por encima, se revuelve, la masa grita. Dejadme, sólo quiero salir de aquí, muge nervioso. Trapío  desemboca en una plaza ancha, grande. Ha llegado y no ve a los suyos. Le veo su mirada, está solo, con los ojos llorosos, sí llorosos,  buscando, aterrado,  y cientos de humanos ríen, gritan… alguien con un trapo le cita, eeehhh, ehhh y Trapío corre tras ese capote por una pasillo estrecho que desemboca en sus compañeros. ¡ Estáis aquí! exclama alborozado. Todos se huelen, se reconfortan,  se agrupan… ya pasó, ya pasó… sonríen….

Por la tarde lo sacarán sin sus amigos. De nuevo por el callejón, solo,  y llegará a una plaza llena de gente, esta vez sentada, sin peligro para ellos, que comen, beben y ríen.

Unos señores con espadas y banderillas lo esperan dispersos por la arena.

¿Que querrán estos? ¿ Por qué estoy solo? ¡ Y mis amigos?. Se pregunta . De nuevo se le nubla la vista. Es bravío, rasca la arena,” que no sepan que tengo miedo” se repite.

Suena un clarín y los del traje de luces van hacia él. ¡ Trapío nunca más vera a los suyos…!

 

Jesús Pérez Rubio.

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